Friday, April 22, 2011

Aerolíneas Argentinas y otras vergüenzas (post de denuncia)

Cansado de la ciudad que tiene como principal atractivo un obelisco; de la ciudad que dicen que se parece a Madrid, como si eso fuera un elogio (en todo caso, sería un Madrid menos El Prado y con la fealdad elevada al cuadrado); que tiene como banda sonora el tango, esa música para echarse a llorar (y como mito a Gardel, que ni siquiera era argentino); donde llaman Dios a un jugador de fútbol, un descerebrado que metía goles con la mano, y encima lo ponen de seleccionador nacional; donde la revista satírica se llama "Barcelona" ("Una solución europea para los problemas de los argentinos"); de la ciudad con más psicólogos y psiquiatras per capita (los pacientes deben de serlo por masoquismo o depresión); de un país que dice de Piglia, Pauls y otros que son buenos escritores (y mitifica a Borges y Cortázar, cuando no es para tanto); de una ciudad donde ni el café es bueno; de un país que (me dijo años atrás un peruano) destruye el castellano; donde existe, desde hace siglos, la peor clase política de América Latina; de donde quien puede se va (los escritores, a Barcelona, los artistas, a Madrid, los jugadores de fútbol, al Espanyol); donde los criminales no pagan por sus crímenes (el culpable de la tragedia de Cromañón va a terminar indemne, el veredicto del segundo juicio salió ayer, el dueño de la discoteca hecha de material inflamable, puertas de emergencia cerradas por fuera, extintores vacíos, venta de 5.000 entradas para un local en que cabían 1.000 personas, ese hombre, un tal Chabán, está cada vez más contento); de la ciudad donde no quedan librerías, sólo cadenas de librerías, como vi yo mismo y leí en el suplemento cultural de Clarín; etc.; cansado de todo eso, digo (y "el paisaje es un estado de ánimo", pero aun así, hay ciudades que ponen mucho de su parte, que solitas pueden acabar con uno), llegué con cinco horas de antelación al Aeroparque, con ganas de irme lo antes posible. Pero aún no había acabado de sufrir, tenían que joderme un poco más, a mí y a los pasajeros de otros 16 vuelos, todos cancelados sin motivo. "Somos la chanza del mundo", me dijo un joven muy simpático, encargado de la limpieza de los lavabos. Fue quien mejor definió lo que pasó.

En la sala de embarque, fuimos escuchando por los altavoces, desde las 15 h, que debido a restricciones de la torre de control "todos los vuelos estaban embolados" (al menos escogieron la palabra exacta, menudo embolado!: "engorro, problema, situación difícil que expone al deslucimiento"). Los vuelos aparecían y desaparecían de las pantallas, nadie se molestaba a darnos alguna información. "Nem cagando", dijo una brasileña, cuando una empleada de Aerolíneas Argentinas le dijo que, si cancelaban el vuelo a Porto Alegre, deberíamos tomar otro que salía a las cinco de la tarde del día siguiente. Y añadió que era periodista de una importante revista, que estaba en Argentina para recomendar destinos turísticos y que iba a poner el país a parir (se van a cagar patas arriba, dijo en la versión al portugués). Pensé: aquí está nuestra líder. Porque en situaciones así hace falta un líder. Lo que yo no sabía era que era que los otros vuelos tampoco saldrían, y en tal caso, un líder ya no basta: tratándose de 2.000 personas o más, es o rebelión, todos a una, o cada uno a salvar su culo (que es lo que al final hizo la maldita periodista, valiéndose de sus encantos y su carnet para hablar con un jefazo; la mujer es un bicho pérfido). El vuelo, previsto para las 17 h, fue cancelado a las 21 h (cuatro horas escuchando el mensajito del "embolado"). El nuestro y todos los demás. Pero no al mismo tiempo, para que no la armáramos.

Nos hicieron pasar por "desinmigracón" (en Argentina usan palabras muy raras: en el metro, o subte, hay "escaleras mecánicas" y "escaleras fijas", y éstas se llaman fijas porque no se mueven, no se mueven porque son escaleras normales, de obra, cemento y hormigón) y luego ponernos en una cola que ocupaba, a lo largo, todo el vestíbulo del aeropuerto. En dos colas: la primera servía, supuestamente, para cambiar el billete, y la segunda, supuestamente, para pedir un voucher y poder cenar y dormir en un hotel. Aerolíneas Argentinas se negó a pagar hoteles, comidas, taxis o lo que fuera a todos los pasajeros que no estuviéramos "en tránsito", así que me quedé en la primera cola. Hice algunos amigos (estuvimos en la cola tres horas más, hasta las 24 h), y eso me permitió dejar mi lugar varias veces para ir a fumar, al baño, a comprar agua, a filmar aquella vergüenza. Éste es un vídeo de la cola, sin interés, dos minutos de personas cabreadas en fila india:

 


Los argentinos no protestaban, sólo se ponían de vez en cuando a batir palmas, no sé si para protestar o para descargar la tensión. "Aquí nunca reaccionamos", dijo un porteño. "En Colombia estaríamos rompiendo cristales", dijo un colombiano (que además no era un bruto, sino un tipo amanerado). Los únicos gritos que se oían eran en portugués, "palhaçada!". Como si fuera lógico que nos trataran como a un rebaño, nos engañaran y nos negaran cualquier derecho (las compañías aéreas tienen que indemnizar economicamente a sus clientes a partir de cuatro horas de atraso y pagarles hotel y comida a partir de ocho; Aerolíneas Argentinas, no). En este vídeo, uno de los momentos de "máxima tensión" (el chico más alto, de camisa azul sudada, hubo un momento que pareció que partía para la agresión, pero quedó en nada):




Luego vino la tele. Y este señor, que antes había estado insultando hasta a su propia madre, de repente se puso diplomático:




Cuando por fin llegamos al mostrador de Aerolíneas estábamos medio zombis y casi tuvimos que recordarnos unos a otros qué estábamos haciendo allí. Un porteño amable y con conexión a Internet, que iba a Porto Alegre a ver a una amiga, me había dicho que salía un vuelo de Gol a las 6 h de la mañana, y recomendado que pidiera que me metieran en ese y no en el de las 17 h del día siguiente (en ese estaban recolocando a varios pasajeros, pero sospechábamos que era un vuelo ya completo, no uno nuevo, y los desdichados todavía deben de estar ahí). La mujer del mostrador primero se hizo la sueca ("qué Gol?"), pero después accedió, pidiéndome que no hablara con nadie de ese vuelo, porque había pocas plazas. (Yo ya se lo había contado a dos o tres personas de la cola; quien no compartió esa información fue la periodista, que también tomó el avión de las 6 h, se bajó en Porto Alegre, no en São Paulo, destino final del vuelo, y creo que en vez de para una "importante revista" trabajaba para el periodicucho Zero Hora.) A mi lado en el mostrador, un chico que iba a Montevideo fue colocado en un vuelo que salía al día siguiente por la tarde y preguntó: "Mañana existe la posibilidad de que vuelva a pasar esto?". "Sí", fue la respuesta inmediata. "Pero ese vuelo de Gol sale del otro aeropuerto, de Ezeiza", dijo la mujer que me atendía a mí. "Bueno", dije yo. (Y a mí qué me importa.) Conquistado el billete, y después de esperar para darle las gracias al porteño que me había ayudado (yo iba a darle la mano, él me dio un abrazo y un beso), me fui a los lavabos a fumarme un cigarro (ya me había fumado varios, con la mayor pachorra, charlando con los empleados de limpieza; esa fue mi patética rebelión). Llevaba once horas en ese aeropuerto:

 


No tenía dinero para ir hasta la otra punta de la ciudad. Fui al cajero automático. Este cajero no tiene dinero, salió en la pantalla: diríjase al más próximo. No había ninguno más próximo, ese era el único. Por suerte (no sé qué habría hecho si no) encontré ciento y pico reales en mi cartera, que cambié en la casa de cambio. "Donde se va a hospedar?", el empleado preguntó, para rellenar la ficha. "No, no, no. Yo lo que quiero es salir de este país". Con el dinero, fui a la empresa de autobuses Manuel Tienda León. Me habían dicho en información que había autobuses por 1,80, pero a esas horas seguramente no lo entendí bien. 186 pesos, me dijo el tipo de la empresa. Ni hablar. "Es una vergüenza, lo que está pasando aquí", dije. "Y ese que pone que cuesta 55?", pregunté. "No, ese no sale hasta las 9 h". "Ah, claro".

Con lo que me quedaba de energía mental, decidí tomar un autobús normal y corriente hasta el centro y luego, del centro, otro hasta el aeropuerto. Pero dentro del autobús 45, otro porteño amable me dijo que no había autobuses hasta Ezeiza (lógico, pensé; para qué, un autobús que conecte la ciudad con el aeropuerto?). Me dijo que en Avenida de Mayo podía tomar un taxi por unos 50 pesos. Él me ayudó a mí y yo ayudé a una joven pareja de São Paulo que no entendía un pijo de castellano, se había subido al mismo autobús y no sabía cómo llegar hasta su hotel, en Congreso. Me bajé con ellos en Avenida de Mayo, cruzamos la avenida 9 de Julio y allí les dije que siguieran recto hasta el final. Y yo me fui a buscar un taxi. "De aquí a Ezeiza, 130", dijo el taxista. "No", dije yo. Fui a preguntar, en un hotel, cuál era el precio real hasta Ezeiza. "130, más o menos". PQP. A diferencia de en el aeropuerto, en el centro había cajeros, pude sacar más dinero.

Tiré el cigarro que estaba fumando y entré en un taxi. "Tiraste el cigarro!", dijo el taxista. "Fumá! Yo voy a fumar!". Yo fumé y el taxista fumó y condujo a 160 por hora con neblina. "Y qué, estás de vacaciones?". "Sí". (No. Vine a la fuerza.) "Qué bueno. Y qué, te gustó?". "Sí, sí." (Me gustó el carajo.) "Es bonita, Buenos Aires!". Aún faltaba el último susto del viaje, por una centésima de segundo pensé que era el final. Algo contundente chocó contra el parabrisas trasero. "MERDA!", grité (en portugués, no en catalán, que se escribe y pronuncia igual: eso demuestra mi total inmersión en el idioma, mi última palabra habría sido en portugués). "A la mierda!", coincidió el taxista. Se habían soltado, el taxista acababa de dejarse en el camino el anuncio y el letrero luminoso del techo del coche...

En Ezeiza intenté dormir (recordé mi adolescencia, cuando dormía con los amigos en aeropuertos de Europa, porque la amiga que compraba los billetes pedía siempre los más baratos, aunque los vuelos fueran en horas intempestivas y los aeropuertos los más alejados de las ciudades), pero no pude pegar ojo, unas empleadas estaban limpiando el piso con mangueras de aire a presión y alguien estaba soldando no sé qué parte de una escalera mecánica (que se mueve mecánicamente, no tienes que caminar). No dormí, y ya era el día siguiente, así que compré La Nación. Ahí venían, en portada, la triste noticia del segundo juicio de Cromañón, la (buena) noticia de que el Bar$a perdió la final de Copa contra el Madrid y, muy mal explicada, la vergüenza que acababa de vivir ("El Aeroparque metropolitano volvió a convertirse ayer en un escenario de penurias"). El periódico daba el mismo valor a las diferentes fuentes consultadas sobre la cancelación de 27 (27!) vuelos. La Secretaría de Transporte daba la culpa al Uruguay (!). (En Uruguay negaron las acusaciones.) Y los "gremios aeronáuticos" dieron la que me pareció la explicación verdadera, que además coincidía con la que me había dado el hombre del autobús 45. Responsabilizaban a los controladores aéreos, "que buscan generar condiciones para la privatización de Aerolíneas Argentinas" y añadían que "las complicaciones se extenderían, a propósito (on purpose), durante todo el fin de semana largo".


PS: Sobre el MILHOUSE HOSTEL de BUENOS AIRES, Avenida de Mayo 1245 e Hipólito Yrigoyen 959, no voy a escribir nada, me haría muy mala sangre. Simplemente,
NO VAYAN NUNCA
N'Y ALLEZ JAMAIS
DON'T EVER GO THERE.

PS2: Al respecto, hoy alguien me dio una idea. Montar una red de albergues sólo para viajeros y mochileros - como eran originalmente.



6 comments:

Marinella said...

Nossa!

Sem diminuir o teu drama, essas situações estão se tornando muito frequentes :(

(Sobrou até pra Zero Hora! Periodicucho :-D)

uri said...

es tracta només de muntar una revolució... una revolució i una xarxa d'albergs!!!!

gabriela said...

sem desconsiderar o que tu passaste, teu texto está excelente.

posso ser a tua sócia nesse albergue de verdade?

Sergio Lulkin said...

Concordo, uma escrita crítica excelente, vai dando uma raiva de todas as cidades buenosairosas e de todas companhias aéreas... Mas não encontraste nenhuma livraria decente em Palermo? Ali é um bairro, tranki, não é Buenos Aires... Amanhã, almoço de páscoa, te apunta!

Roger said...

Sim, Marinella, os usuários de vários serviços estamos sendo cada vez pior tratados. :(

E sobrou para a Zero Hora, hehe. É que eu não gostei dessa jornalista... Queria dizer "jornalzinho", mas não encontrei o equivalente em espanhol. "Jornalzinho" porque eu sempre pensei que Porto Alegre e o Rio Grande do Sul merecem um jornal melhor.


Revolució. Indignez-vous. Es tracta d'això, però per problemes més greus i de fons, no pel que explico al post.

Obrigado, maca. (Para quem não saiba, eu chamava a Gabriela de che, hola che!, etc., porque ela é fã da Argentina, mas agora não mais, agora será "maca", que é catalão, não é a forma abreviada de macanuda, OK?). Pode ser minha sócia, claro. Mas eu não sou muito empreendedor nem tenho grana. :)


Obrigado, Sérgio. Encontrei uma boa livraria em Palermo, sim, bem perto da plaza Serrano (mas acho que não era Eterna Cadencia). Lá comprei "La raza de los nerviosos", de Vlady Kociancich (la raza de los nerviosos é a dos escritores e os delinqüentes, hehe), e "Celos", de Proust, que é a primeira versão do que viria a ser "Sodoma e Gomorra". Na verdade, também houve coisas das que gostei, em Buenos Aires!

Me apunto!

Anonymous said...

http://www.lanacion.com.ar/1447897-polemica-por-un-aviso-xenofobo-en-espana

Capaz en una de esas, mereces que te traten mal... o la menos no se la toman con vos de manera personal. Boludo se nace... y a veces la cultura en la que naces te ayuda.