Thursday, November 08, 2007

De la vida a la novela a la vida...

En la TV Cultura están entrevistando a un "ex presidiário/escritor". El hombre cuenta que estuvo encerrado en una celda "fuerte": con una placa de acero en la ventana, sólo con agujeritos para dejar pasar el aire, y entrada cerrada, también de acero, con una mirilla para el vigía y una trampilla para pasar la comida. Dice que no tenía nada, que no podía fumar, que no podía hablar con nadie; que se desesperaba, se estaba volviendo loco. Hasta que descubrió que, a través del retrete, podía comunicarse con otro recluso, alguien que estaba en la celda de enfrente. Cuenta que ese recluso -que luego, después de 30 años de prisión, volvió a robar y murió de un tiro de un policía- fue una de las personas más importantes de su vida. Dice que era poeta, leía mucho, y ya llevaba seis años encerrado. Así, ambos empezaron a usar los retretes como teléfono. Cuando el vigía apagaba la luz y se retiraba, ellos tiraban de las descargas y empezaban a conversar, con la cabeza metida en el vaso. El recluso antiguo empezó a contarle historias. Le contó Los miserables, de Victor Hugo. Cada noche un poquito. (Cuando al cabo de un año salió de la celda "fuerte", el amigo le dio una lista con los libros que podía encontrar en la biblioteca de la prisión y que le podían gustar; y le ayudó a escribir unas cartas para su madre.)

La historia me dejó maravillado porque es la misma -y más interesante todavía, más excepcional, más dura...- que Manuel Puig cuenta en El beso de la mujer araña, novela sobre las películas que el preso más viejo, homosexual, intelectual, cuenta al preso más joven, revolucionario, poco interesado en la cultura, para sobrevivir en la prisión, en Buenos Aires.

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