Saturday, November 10, 2007

Traduccions de Brasil 38 (Alguns toureiros, de João Cabral de Melo Neto)

Como tantos poetas latinoamericanos, João Cabral de Melo Neto fue también diplomático. Vivió en Madrid, Sevilla, Barcelona (editó libros con Joan Miró), Cádiz, Marsella, Lisboa, Porto, Ginebra, Londres, Quito, Asunción, Dakar. Pero de todos estos lugares, dos le acompañaron siempre y marcaron su poesía. Escribe en Autocrítica: "Só duas coisas conseguiram / (des)ferí-lo até a poesia: / o Pernambuco, de onde veio / e aonde foi, Andaluzia. / Um o vacinou do falar rico / e deu-lhe a outra, fêmea e viva, / desafio demente: em verso / dar a ver Sertão e Sevilha."

(Los antitaurinos pueden leer este poema, porque trata del arte de escribir poemas.)


Yo vi a Manolo González
y Pepe Luís, de Sevilla:
precisión dulce de flor,
graciosa, pero precisa.

Vi también a Julio Aparicio,
de Madrid, como Parrita,
ciencia fácil de flor,
espontánea, pero estricta.

Vi a Miguel Báez, Litri,
del confín de Andalucía,
que cultivaba otra flor
angustiosa y explosiva.

Y también a Antonio Ordoñez
que cultiva flor antigua:
perfume de encaje viejo
de flor en libro dormida.

Pero vi a Manuel Rodríguez,
Manolete, el más desierto,
el torero más agudo
más mineral y despierto,

el de nervios de madera,
de puños secos de fibra,
el de figura de leña,
leña seca de catinga,

el que a la tragedia dio número
al vértigo, geometría
decimales a la emoción
y al susto, peso y medida.

Sí, vi a Manuel Rodríguez,
Manolete, el más asceta,
no sólo cultivar su flor
sino demostrar a los poetas:

cómo dominar la explosión
con mano serena y contenida,
sin dejar que se derrame
la flor que trae escondida,

y cómo, entonces, trabajarla
con mano cierta, poca y extrema:
sin perfumar su flor,
sin poetizar su poema.

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