Thursday, March 15, 2007

Traduccions de Brasil 16 (O desejo castigado, de Sergio Faraco)

El último día de enero, a las ocho de la mañana, vi a una pareja fornicando en el asiento trasero de un coche. Es algo normal, ya no causa o al menos no debería causar espanto a nadie, y a mí ni siquiera me habría despertado la curiosidad, de no ser por un pormenor de cierta importancia, de un pormayor, diríase: bajo el exuberante sol matinal, fornicaban delante de mi casa.

¡Magnífico panorama!

Venían de alguna fiesta, me imagino, y allí habrían practicado los juegos de seducción que aproximan al hombre y a la mujer. Impulsados por un urgente deseo, no lograron ir adelante y sucumbieron a la vorágine de esos instintos tan profundos, tan intensos, tan bellos, que llevan a los humanos a retomar su fogosa y primitiva naturaleza.

Miren, yo estaba cortando el césped y, parando la máquina, me senté en un tronco para presenciar aquella maravilla, diciéndome que la juventud es una bendición. Infelizmente, no pensaba lo mismo el vecino que llamó a la Brigada. Vinieron los soldados e interrumpieron el acto amoroso, obligando a la pareja a desembarcar.

Qué barbaridad.

No oí lo que dijeron, pero vi que el coche pertenecía a la chica y que llamaron a la grúa para que se lo llevara. La pareja se quedó allí en la acera, el chico atónito, la chica sollozando. Sin duda se estarían preguntando qué mal habrían hecho a la sociedad para merecer tal humillación.

Era en la calle, pero nadie estaba obligado a mirar, ¿verdad? Quien mira es que quiere ver, y quien quiere ver no se puede quejar. Alguien preguntará: ¿por qué no se fueron a un motel? Bien, un valor más alto se interponía: tenían prisa. ¿No es suficiente? Si esperaban, ya no tendrían las mismas ganas, el mismo delirio. Eso sin hablar de que a nadie le es lícito gobernar sobre la concha y el nabo ajenos.

Además, ¿lo que hacían no es lo que hacen todos, si bien ocultos, como si estuvieran cometiendo un delito?

¿No es lo que hace usted a todas horas?

¿No es lo que hago yo?

Bueno, yo, sólo de vez en cuando.

Lejos de mí la intención de condenar a los soldados, que respondieron a una denuncia de la vecindad ofendida, pero convengamos que no era necesario mandar retirar el automóvil, aunque eventualmente estuviera con la documentación irregular. Un cuerpo de policía evolucionado no deja a una bella dama de pie en un barrio de las afueras, y menos cuando se encuentra en medio de los transportes de la pasión.

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