Sunday, July 15, 2007

Misivistas contumaces

Artículo de la revista Piauí, la New Yorker de Brasil, que salió hace menos de un año y es cada vez mejor. Mandado por Gabriela. Traducción libre. (Yo no escribo tantas cartas a los periódicos –debo de haber escrito unas cinco en toda mi vida. Si lo hiciera, no me quedarían horas para tomar el sol, bajar a la piscina, ir a correr, comer, leer, dormir la siesta, ni hacer ninguna de todas esas actividades a las que dedico mis días.)

Uno de los deseos de María, de 85 años, es que su nieto escriba cartas a los periódicos. Así transmitiría su legado y se mantendría la tradición. Desde 2002, ella ha escrito a mano más de 150 cartas. Su producción aumenta cada año: actualmente manda tres cartas por semana. Eso sin contar las que envía a los políticos e instituciones públicas. Antes de ir a correos o al buzón, llama a los destinatarios y les avisa de la llegada inminente de su misiva. Ella, ama de casa, está convencida de la importancia de su opinión. A Marcelo, de 21 años, el nieto, nada de eso le importa. “Tengo otras cosas que hacer”, dice, fumando un cigarrillo. María suspira pero no se desespera. Tiene otros nietos además de Marcelo, y siete biznietos. Pero se enfada con el rebelde, que dice que no escribe porque eso le quita tiempo para el estudio –estudia biología. “¡Si yo fuera tu madre!...”, dice María. María tiene un hermano, Huldo, que también es escritor contumaz de cartas.

Sentada en una cafetería de Porto Alegre, María levanta el dedo al aire y declara que no tiene miedo de meter caña a nadie. Acaba de recibir la respuesta a una carta enviada a la diputada federal Manuela d’Ávila, del PCdoB. “No es que sea criticona. Es que me gustan las cosas bien hechas. Le dije que se olvidara de Bush y se concentrase en los problemas del país”, aclara, mientras se abanica con una carta. Marcelo muestra tres carpetas azules llenas de correspondencia enviada, respondida y publicada. El material pesa cerca de siete quilos. Él se encarga de escribir las cartas en el ordenador y catalogar todo el material. La abuela está subscrita a un periódico y lee otros dos en el hotel de cinco estrellas que hay delante de su casa, donde vive sola.

María cuenta que escribió a presidentes de la República, vicepresidentes y primeras damas. En la lista de los más importantes están José Sarney, Fernando Henrique Cardoso, Ruth Cardoso, Lula y José Alencar. Este último recibió una carta muy malhumorada, un rapapolvo por lanzar la idea de cambiar el Himno Nacional. Aunque la información no fuera de fiar, María se manifestó por si las moscas. “Yo es que soy del tiempo en que las personas eran patriotas. ¿Qué es eso de meterse con el ‘Deitado em berço espléndido’”? De sus palos no se salva nadie: van dirigidos a personas, órganos de gobierno (federal, estatal, municipal), empresas privadas y entidades internacionales. “UNICEF nunca responde, nunca tienen dinero.”

Otra víctima fue el senador Jefferson Peres, del PDT, que respondió a una carta de María con un telegrama agrio y sin miedo: “Como la señora misma dice, soy un senador corrupto y garrulo que recibe millones del narcotráfico. Por eso, le pido que no malgaste su precioso tiempo escribiéndome cartas. Saludos, senador Jefferson Peres”. Hoy María es amiga íntima de Peres, aunque no esté de acuerdo con la legalización de las drogas, una de las banderas del senador. “No sería bueno para la integridad de la familia.”

En la cafetería, sentado junto a María, un hombre de 36 años espera impaciente a ser interpelado. Banquero, con dos hijos pequeños, formado en Informática, con una calva que se empieza a insinuar, Antonio Brás Constante se considera un escritor. El apellido le hace justicia. En 2003 empezó a enviar a los periódicos el resultado de su trabajo. Como sus cuentos y poesías eran invariablemente rechazados, decidió dedicarse a las crónicas. Nunca escribió para el pequeño espacio reservado a las cartas. Ni lo necesitó, porque se hizo con latifundios (no remunerados) en media docena de periódicos (gauchos, catarinenses, paranaenses, capixabas, matogrosenses del sur y roraimenses), que empezaron a publicar diariamente sus crónicas y versos. “Fíjate… ¡Él es nacional y completo!”, exclama María, añadiendo enseguida que, aunque se pasara la noche entera mirando la luna, no conseguiría rimar dos versos.

Constante tuvo el honor de ser publicado en una antología colectiva. Pero él quiere más. Quiere un libro sólo suyo, no importa el género: cuento, poesía, crónica. Asegura que es capaz de leer cinco libros en un mes, pero que puede pasar años sin leer nada –depende. Su última investida en el mundo de la literatura ajena data de 2005, cuando, durante una huelga de banqueros, leyó el Código Da Vinci. El horario preferido para pulir sus “perlas textuales”, como él las llama, es entre las 5 y las 7 de la mañana. Calcula que ya ha enviado más de cien textos a por lo menos 200 medios.

Un tercer escritor llega a la cafetería. A pasos pequeños, un hombre de 79 años se une al grupo. En cuatro o cinco sobres, trae algunas cartas escritas en los últimos tiempos. Pocas, considerando las dieciocho carpetas llenas de recortes que ha dejado en casa. “¿Usted es Djalma Beyer?”, pregunta María, que se sabe los nombres de quienes aparecen regularmente en las secciones de cartas. El hombre no la oye. Usa audífono; hay que hablar más alto. Retirado, ex profesor de inglés y ex concejal, es famoso en las secciones del lector, para las cuales despacha contribuciones desde 1971. “Sabes, ahora mismo estoy apasionado por los grandes temas de la humanidad”, dice. Habla de Castro Alves, recita Vozes d’África y es aplaudido por Marcelo y su abuela. Sus temas predilectos, además del poeta abolicionista, son gente como PC Farias o Pasteur, y polémicas contemporáneas como la clonación. Para driblar la cuarentena de 30 días impuesta por los periódicos para frenar a los escritores compulsivos, Beyer ha llegado a adoptar unos siete u ocho pseudónimos. La estrategia le salió bien hasta que empezaron a exigir el DNI, dirección, teléfono. Para horror de María, Brás Constante y Djalma Beyer, el espacio para la obra de los misivistas contumaces ha sido drásticamente reducido.

1 comment:

Anonymous said...

acerca de las atividades a que dedica tus dias, escribiendo así, parece estar en vacaciones!
hihih