Tuesday, June 24, 2008

Da Folha para vocês 8 (resenha do livro Fieldnotes From a Catastrophe, de Elizabeth Kolbert)

(Reseña de Claudio Angelo, editor de Ciencia.)

Son muy pocas las personas que pueden decir que vieron el fin del mundo y volvieron para contarlo. La periodista americana Elizabeth Kolbert es una de ellas. Y qué historia cuenta: quien todavía tiene alguna duda sobre la dimensión del estrago que el calentamiento global ya está causando debería leer inmediatamente Fieldnotes From a Catastrophe, libro de Kolbert que acaba de ser publicado en Brasil (Planeta Terra em Perigo - O que está, de fato, acontecendo no mundo, ed. Globo, 214 p.).
Quien cree, por otro lado, que la crisis climática puede o va a ser solucionada antes de que sea demasiado tarde tal vez no debería ni abrir el libro: en lugar de ofrecer una visión optimista del futuro de la humanidad, como hace Al Gore, Kolbert prefiere atenerse a los hechos.
Y los hechos son feos.
La americana, que pasó años escribiendo sobre política antes de volcarse en la cuestión ambiental, fue enviada por la revista The New Yorker a recorrer el mundo en busca de evidencias del calentamiento global. Eso fue en 2004, antes de que Gore estrenase su película.
Kolbert viajó de Groenlandia a la Antártica, visitó pueblos de esquimales que tuvieron que trasladarse a otro lugar debido al deshielo marino en el Ártico, vio casas agrietadas por la desintegración del permafrost en Alaska. Y habló con científicos, decenas de científicos. El resultado fue la serie de tres reportajes "The Climate of Man", aumentada y editada en 2005 en Estados Unidos en forma de libro.
Lo que vio la reportera fue el comienzo del fin del mundo como lo conocemos. Tal vez la elevación sin precedentes de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera no sea el momento final de la civilización o signifique la extinción de la especie humana. Pero con certeza el calentamiento global del Antropoceno (periodo geológico marcado por la transformación de la Tierra por el hombre) cambiará la faz del planeta a una velocidad nunca observada.
Cambios climáticos bruscos, explica la autora, siempre los hubo en la historia de la Tierra. Pero la civilización humana, iniciada con la invención de la agricultura, hace 10 mil años, coincidió con un periodo de estabilidad impar del clima, después de la última era glacial.
Del clima benigno dependieron los asentamientos humanos permanentes que dieron origen a las ciudades y, con el tiempo, a la sociedad moderna. Al lanzar gas carbónico en el aire para generar energía y usar vehículos y fábricas, los seres humanos ya están rompiendo esa estabilidad. Y clima inestable significa hambre, guerra y muerte.
Que lo diga el imperio acadio, creado hace 4.300 años en Mesopotamia. Kolbert cuenta que las investigaciones científicas llevaron a la conclusión de que los acadios se extinguieron debido a un cambio climático brusco - natural - alrededor del año 2200 a.C.
"Cogidos por sorpresa, los acadios atribuyeron su suerte a una venganza divina", escribe. "En cambio, las alteraciones climáticas previstas para el próximo siglo pueden ser atribuidas a fuerzas cuyas causas son conocidas y cuya magnitud podemos determinar."
Determinar el tamaño del impacto ha sido mucho más fácil que convencer a los gobiernos a actuar a tiempo de evitarlo. En un capítulo del libro, Kolbert describe en tono de tragicomedia su encuentro con Paula Dobriansky, funcionaria de George W. Bush encargada durante ocho años de bloquear cualquier tentativa de un acuerdo internacional contra emisiones. Dobriansky responde a todas las preguntas de la periodista con la misma frase: "Nosotros actuamos, aprendemos y después volvemos a actuar". Kolbert no necesita muchas palabras y no usa siquiera un adjetivo para calificar la posición del gobierno de su país sobre el tema.
Las críticas, sin embargo, no son sólo contra Estados Unidos. La expansión de las termoeléctricas de carbón en China, relata la autora, anulan "en menos de dos horas y media" el ahorro de energía de una década de la ciudad norteamericana de Burlington, en el ecológicamente correcto Estado de Vermont.
Por su sobriedad, Fieldnotes From a Catastrophe funciona aparentemente como una especie de antídoto contra el alarmismo escatológico de las ONG. Se trata, sin embargo, de mera apariencia. Kolbert expresa sus opiniones por boca de sus entrevistados. Uno de ellos, Robert Socolow, de la Universidad de Princeton, da la puntilla: "Ya trabajé en varios campos en los que había opiniones de legos y opiniones de científicos. Casi siempre los legos están más ansiosos (...). En el caso del clima, los especialistas son justamente los más preocupados".

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